Fecha de publicación: Mar, 13/12/2016 - 16:34

ESTUDIANTES TRANSFORMAN PROBLEMÁTICAS DEL PAÍS EN OBRAS DE ARTE

Con la creación de esculturas, jóvenes de un colegio oficial de Bogotá reflexionan sobre problemáticas como la discriminación, la violencia y la corrupción que han marcado la historia del país. Así, Bogotá educa para la paz.

Linhey Fernanda Ramírez nunca pensó que una clase de artes plásticas le ayudaría a entender y expresar una problemática tan compleja como lo es la discriminación: el estigma que enfrentan cientos de colombianos por su raza, clase social o género, entre otras, y que ella ha tenido que vivir en carne propia junto a su familia.

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“El arte transforma vidas. Lo digo porque me transformó a mí. Es como si hiciera magia” dice la estudiante de grado 10°, que desde que inició el año hace parte del proyecto ‘Arte y justicia para la paz’, liderado por la maestra Zully Aldana del colegio Heladia Mejía.

Cuando la profe Zully conoció la Cátedra de la Paz, supo que desde su clase también debía aportar a esta causa común que nos une a todos en el país: educar a la próxima generación que construirá un país en paz. Por eso, en sus talleres de escultura, cada uno de los estudiantes analiza problemáticas a partir de los lineamientos de la Cátedra para plasmarlas sobre máscaras de yeso.

“Esta es una propuesta didáctica que busca contribuir a una cultura de paz y promover valores para la sana convivencia. A través de las máscaras, exteriorizamos y resolvemos estéticamente eso que necesitamos superar para construir la paz”, cuenta la maestra, quien les ha inculcado a sus estudiantes que el arte no es solo una cuestión estética, sino que tiene una función social.

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Quitarse las máscaras para construir paz

Con la creación de estas esculturas, la profe Zully logra que sus estudiantes conozcan e interioricen problemáticas que afectan al país, algunas de las cuales han marcado sus vidas. En el caso de Linhey, ella y su familia han sido discriminados por su color de piel. Mientras su madre y sus hermanos son de tez morena, su piel es de tonalidad más blanca, por lo que muchas veces recibió malos comentarios.

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Esto fue lo que quiso plasmar en el diseño de su máscara, en la que sobresalen el color negro de la piel, la bandera LGBT y los símbolos de ambos sexos. Con estos trazos, quiso resaltar la importancia de respetar la diversidad para que exista un país en paz.

Como Linhey, todos los estudiantes de los grados 9º y 10º experimentan un proceso similar. Primero definen el tema, investigan sobre este y pasan a la elaboración de un boceto. Luego es momento de poner sus manos y su creatividad en función de estas obras de artes plásticas.

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A la expectativa de cuál será el resultado final, la experiencia artística inicia humedeciendo el yeso en una vasija con agua. Aplican vaselina en el rostro de quien servirá como modelo para la máscara y, posteriormente, empiezan a cubrirlo lentamente con varias capas de este rugoso material hasta moldear la forma adecuada para retirarlo.

Seis horas transcurren hasta que la máscara está completamente seca, lista para plasmar sobre su superficie todas las imágenes y palabras que vienen a la mente de estos jóvenes, que encontraron en el arte su mejor medio de expresión frente a la realidad colombiana.

Como explica la profe Zully, este proceso tiene un significado simbólico: “en las máscaras tratamos de ponernos en el lugar de los otros, de quienes han vivido la guerra y la violencia. Luego nos las quitamos para empezar a pensar cómo podemos construir la paz”.

Arte con función social

Al igual que Linhey, Mateo Reyes, estudiante de grado 10º, plasmó en su obra su preocupación por la discriminación, convencido de que “el arte puede ayudar a sanar las heridas que deja este tipo de violencia”.

Su compañero David Quiroga optó por expresar su sentir alrededor de los conflictos cotidianos. Lo hizo en una máscara que representa a un súper héroe, empleando colores como el rojo, que simboliza toda la sangre que se ha derramado en el país a raíz de estos, y el blanco, que hace alusión a la esperanza que nos une para darles solución.

“Estamos exponiendo problemáticas que a menudo nos afectan y escogí esta porque pienso que en Colombia somos conflictivos por cosas mínimas, en el colegio, en las familias, en los barrios”, explica con seguridad el joven.

Generar estas reflexiones es justamente la función social del arte que busca fomentar la maestra Zully, no solamente a través del trabajo creativo y manual, sino sensibilizando a sus estudiantes con imágenes y videos de obras de los artistas colombianos que han retratado el fenómeno de la violencia en el país.

El resultado de este proceso genera todo tipo de emociones en los estudiantes y en la profe. “Me sorprendió que tienen un discurso muy elaborado frente a las problemáticas del país, y que, a diferencia de lo que muchas veces se dice, los jóvenes no son indiferentes frente a estas”, resalta Zully.

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Su labor ha llegado a escenarios más allá del colegio Heladía Mejía, ubicado en la localidad de Barrios Unidos. Con sus esculturas y murales han realizado presentaciones en eventos como la V Semana de la Educación Artística de la Unesco y la Semana del Estudiante 2016, que reunió las mejores muestras de arte escolar para su exhibición en el Museo de los Niños de Bogotá.

Zully cree firmemente en el poder del arte para construir paz, pero sabe que esta es apenas una iniciativa y que se requieren muchas más, en todos los colegios de Bogotá. “Lo ideal es que frente a la Cátedra surjan una gran cantidad de propuestas de los maestros para sensibilizar a los estudiantes, que reconozcan las problemáticas urbanas y rurales y propongan soluciones. Ese es el granito de arena con el que los profes le podemos aportar a la paz”, concluye.

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Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos.

Fotos Andrés Valenzuela


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