Fecha de publicación: Jue, 08/04/2021 - 11:31

Treinta y ocho mil

- En el primer cargue a la nueva plataforma, pasamos de largo. Trabajamos día y noche durante tres días, en pleno confinamiento, y tuvimos mil problemas. Finalmente, los 38.000 no notaron que algo había fallado, para ellos no fue nada y para nosotros fue todo-.

Treinta y ocho mil es mucho; y si son personas, es mucho más. Si uno quisiera acomodarlas juntas en el estadio El Campín, no cabrían en las gradas. 38.000 es el número de registros que compone la nómina de la Secretaría de Educación del Distrito, el número de trabajadores que recibe el pago por garantizar el derecho a la educación y el número de familias que sostiene sus sueños gracias a esa transferencia. Diana Soleno es la que habla, se refiere a las peripecias para pagar en plena cuarentena y a sus compañeros de financiera y nómina. Son casi 40 personas que hacen todo, lo posible y lo imposible, para garantizar que el pago se realice mes a mes; llueva, truene, relampaguee o caiga una pandemia desde la China o la mismísima Cochinchina.

“Treinta y ocho mil registros” se dice fácil, pero vaya y organícelos. Es como si tuvieran vida propia, suben, bajan, cambian, un día son unos y al día siguiente ya son otros. No se pueden quedar quietos, son como hormigas.

Gestionar, poner en orden a estos 38.000 es más complejo de lo que parece a simple vista. - La nómina está compuesta por cinco listados diferentes que se pagan con tres fuentes distintas de recursos, cada bolsillo y cada listado tiene su propia manera de comportarse - dice René Ortiz, encargado de este proceso. La cosa es compleja, requiere de un equipo especializado que revisa una y mil veces la información para garantizar que se pague a los que son, lo que es, como es y cuando es. De esto depende todo. Un error, un solo registro indisciplinado que se salte de fila o se mueva sin avisar, y se devuelven los 38.000; la contabilidad pública no permite errores, el sistema tampoco.

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Los 38.000 registros son tan dinámicos como la vida misma de quienes están detrás de ellos. Cuando uno ve los archivos de las nóminas, se asusta y cree que se trata de listados fríos y desapacibles, planos, nunca mejor dicho. Pero si uno sabe ver, va a encontrar allí cada uno de los dramas y las alegrías de las 38.000 personas dueñas de cada registro. Si alguien se enfermó, si tuvo problemas económicos y lo embargaron, si trabajó más horas, si se fue de vacaciones, si se casó o si tuvo un hijo. Si se murió. Los registros registran todo. El equipo que gestiona la nómina sabe mejor que nadie que detrás de cada cifra hay un rostro y que es su absoluta responsabilidad capturar las novedades y garantizar que cada una de esas historias esté al día. Son cronistas, más que oficinistas.

Después de organizar a los 38.000, viene un proceso sumamente delicado, transferir la plata. Eso también se dice fácil, pero cuando uno tiene a su cargo, cada mes, la tarea de girar 180.000 millones de pesos (sí, ciento ochenta mil millones) no lo ve tan simple. Se requieren muchos ojos, mucho conocimiento y muchos mecanismos para garantizar que la plata a transferir sea la que está planeada y salga de los bolsillos autorizados.

Los recursos públicos son sagrados, por eso se trata de una labor que hay que ejercer con absoluta rigurosidad. Cada peso del presupuesto representa el trabajo y la confianza de los ciudadanos, millones de personas que han entregado parte de su dinero al Estado esperando que su inversión retorne en beneficios colectivos. Es el aporte que cada uno hace por el bien común. En el presupuesto público está sembrada la esperanza y la posibilidad de una vida mejor como ciudad y como país, qué responsabilidad enorme administrarlo.

El equipo de financiera revisa meticulosamente cada documento y verifica que todas las reglas y requisitos se cumplan. Si es así, Yasbleydi Hernández expide los certificados donde consta que el presupuesto está disponible y elabora los registros presupuestales para habilitar el pago. Los responsables del presupuesto - nunca mejor dicho, pues son quienes responden legalmente por los recursos – firman y autorizan. Los treinta y ocho mil registros están listos para que Diana los cargue a la plataforma y, desde allí, programar y hacer realidad la transferencia. Sin falta, el dinero llegará ahí, a la cuenta bancaria de 38.000 familias y organizaciones que viven el día a día con la certeza de que la Secretaría va a cumplir. Esto ocurre mes a mes, llueva, truene, relampaguee o venga una pandemia y ponga en vilo el presente y el futuro de la humanidad entera.

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Pues sí, quién diría, vino una pandemia. Nadie hubiera podido imaginar lo que esto iba a significar.  Cuando a los de nómina y financiera les dijeron que tenían que irse para la casa, no pesaron como el resto de la gente. No pensaron en salir como locos a comprar provisiones, ni en sacar plata del cajero, por si acaso. No. Ellos solo pensaron en la nómina.  ¿Cómo vamos a pagar desde la casa? ¿y los papeles, para verificar? ¿y el acceso a las plataformas? ¿y los archivos? ¿y los controles de seguridad? Qué lío. Si ya era un estrés pensar en pagar 180.000 millones cada mes, es difícil imaginar lo que debe ser pagarlos desde la casa de uno. Entre el perro, el gato, los niños, la olla que no para de pitar y el zoom que no deja de zumbar. Qué lío.

Los de la oficina de tecnologías fueron los héroes y salvaron la patria. Resolvieron mil problemas en tiempo récord, ellos también saben que la nómina no da espera, ni tiene horario; así que se propusieron hacer magia.

Como los funcionarios no podían ir a la oficina, decidieron llevar la oficina a los funcionarios, literalmente. Analizaron cada caso y a cada quién le buscaron la solución más adecuada. Trastearon mobiliario, equipos y conexiones; y uno nunca llegará a imaginar cómo habrán hecho con los inventarios y las autorizaciones; el caso es que allá, a las casas de los colaboradores, llegaron los chécheres y todo lo necesario para cumplir con semejante misión ineludible e impostergable.

La palabra mágica fue: vepeene, dicha así, sin respirar, por la sigla VPN, que en inglés significa red privada virtual. Un conjuro tecnológico fantástico que es capaz de abrir un túnel en el espacio virtual y conectar a los funcionarios desde sus casas a la red de la oficina; con todas las garantías, seguros y protocolos que se merecen los 180.000 mil millones de pesos de cada mes y las 38.000 mil familias. Qué alivio. Menos mal existen los ingenieros, esa versión mejorada de los magos de la Edad Media.

Tenían los equipos, la información y la conexión. ¿Y los papeles?, ¿cómo iban a cotejar la información? Eso no fue posible resolverlo, tocó inventarse otra manera. -Aprender a revisar la información sin tener el documento físico, fue muy difícil. Toca abrir varios archivos al tiempo y es fácil confundirse. Implicó trabajar muchísimas más horas de las normales, tratando de cumplir en el tiempo estipulado, porque no podíamos parar, teníamos que pagar- habla Diana y aún se siente en su voz la angustia que vivió. Para Ivonne Téllez, del área de nómina, la experiencia fue parecida; con el agravante de que vive sola y como no podía despegarse un instante del computador, no alcanzaba a recoger el domicilio cuando el señor domiciliario ya se había ido. Otro día sin almuerzo.

 

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Con el paso de los días y los meses todos fueron acomodándose, incluso pensaron que ya había pasado lo peor. Pero no, la vida les tenía otra sorpresa. No acababa de bajar el primer pico de contagios cuando tuvieron que adaptar el proceso de pago a una nueva plataforma, Bogdata. Confinados, encuarentenados, asustados y agotados, se dieron a la tarea de aprender a utilizar esta nueva herramienta.  Se acercaba el plazo para pagar, eran muchos los registros devueltos y los obstáculos por superar. La contabilidad pública no admite errores, el sistema tampoco. El tiempo se agotaba, pero su ánimo no. Trabajaron sin parar, insistieron, corrigieron e insistieron, hasta que al final lo lograron. Pagaron y nadie lo notó, significa que hicieron bien su trabajo; qué ironía. Igual que todos los meses, las cuentas de 38.000 personas recibieron la transferencia como si nada raro estuviera sucediendo en el planeta y la vida siguiera su curso normal. Qué capacidad tienen unos de hacer fácil la vida de los otros, aún en las peores circunstancias.

Se mantuvieron siempre juntos, así estuvieran a la distancia; mucho más que antes. Cada que alguien levantó la mano porque sentía que se ahogaba, otro más vino a su rescate. Esto es algo que nunca van a olvidar. En las casas todos ayudaron, eso también se queda para siempre. Yasbleydi no sabe qué hubiera sido de ella de no ser por su mamá, su hermano y Carla, su gata, que la han cuidado con esmero todos estos meses - uno se conecta al computador y es como si desapareciera, si no fuera por ellos ni comería, porque lo único que a uno le preocupa es pagarle a la gente -. A Ivonne le reglaron una gata, Canela, quién sabe si con la ilusión de que la ayude a revisar la información, que para supervisar a los humanos sí que son buenos los gatos; el caso es que ha sido su compañera y junto a ella ha superado los momentos más difíciles.

Cuando uno les pregunta por lo que han pasado en estos meses todos, casi al unísono, responden – ha sido una satisfacción enorme poder cumplir -.  No es posible saber qué va a pasar en el futuro, ni siquiera en las próximas semanas. Estar en medio de una pandemia es como clausurar los planes e instalarse a vivir en el presente; lo único certero es que el próximo mes los treinta y ocho mil registros volverán a cargarse a la plataforma y los ciento ochenta mil millones de pesos se pagarán y se dispersarán por toda la ciudad, como si no pasara nada. Truene, llueva, relampaguee o venga un ejército de marcianos a amenazar la tierra, la nómina de la Secretaría de Educación se pagará. Es una certeza.

Tatiana Duplat Ayala

Febrero de 2021


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