Fecha de publicación: Jue, 08/04/2021 - 10:23

Cara a cara

- Una guía no reemplaza al profesor, una guía es un papel, un computador es un computador. Los niños quieren volver al colegio por la vivencia, por las historias por vivir. Necesitamos encontrarnos cara a cara -.

Cuando Jhon supo que tendrían que dar las clases desde la casa, él ya estaba preparado. O por lo menos eso creía. Venía siguiéndole la pista al covid-19 desde que las noticias empezaron a hablar de Wuhan, del coronavirus y de la sopa de murciélago. Todo sonaba exótico. Incluso había dado una clase de pensamiento crítico a los del grado 11, les llevó videos y juntos debatieron sobre lo que pasaba en China.

Desde el tranquilo febrero de 2020, todo se veía extraño al otro lado del mundo, millones de personas encerradas, calles desiertas, todos con tapabocas. De película. Cuando vieron que algunos eran sometidos a castigos físicos por no respetar las medidas, estallaron en comentarios. - No, eso ya no es creíble, profe, debe ser un montaje para desprestigiar a los chinos. Luego vieron un video de un científico colombiano y se tranquilizaron, - el coronavirus produce una gripa fuerte -, le oyeron decir; entonces todos respiraron tranquilos, salieron a descanso y olvidaron el asunto.

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Al fin y al cabo, eso estaba ocurriendo por allá muy lejos. - Cuando nos mandaron para la casa, la Secretaría dijo que teníamos que ir todos al colegio el 14 de marzo, un sábado, para hacer las guías. Allá llegué. Venía preparado. Le dije al rector, montemos una página de internet y ahí subimos las guías. Yo ya había pagado el hosting y todo.  El rector dijo, listo, cada 8 días subimos una guía y el estudiante que no pueda resolverla por ahí, que lo resuelva en el cuaderno. En un mes, cuando esto pase, que lo traiga. Quedamos así y yo tomé la dirección de la página web del colegio -.

Jhon Anzola, profesor de Lengua Castellana del Colegio Montebello, en la localidad de San Cristóbal, no tenía cómo imaginar lo que iba a pasar. Cuando vio que tendría que separarse de los estudiantes, Jhon se agarró de su maestría en Tecnología y Medios Innovadores y se sintió seguro. Además, tenía experiencia con Edutópica, la página y el canal de Youtube que montó hace años para botar corriente sobre pedagogía.

Él se sentía preparado, pero en realidad nadie lo estaba. La pandemia le dio tres vueltas. La tecnología y la conectividad no fueron suficientes, necesitó una dosis grande de innovación y creatividad para salir adelante. Qué golpe tan bravo -, dice.

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Pasó el mes y no volvieron al colegio; se acabó el primer semestre y tampoco volvieron. A medida que pasaron las semanas fue atravesando por distintas etapas, como si hubiera emprendido una travesía hacia un lugar desconocido, pero sin salir de casa. Entonces, se dio cuenta de que este era un viaje sin retorno, las clases nunca volverían a ser como antes.

Lo más difícil fue perder el contacto cara a cara. - Soy profesor de Lengua Castellana, unos le llaman Español y, otros, Literatura. Yo le digo a los chicos: vamos a aprender a comunicarnos, yo le llamo Comunicación a la materia -. Se separaron con la ilusión de que podrían seguir comunicándose virtualmente. - Nos dimos cuenta de que teníamos 3 tipos de estudiantes: el que estaba conectado, el que vivía a punta de datos y de vez en cuando se podía conectar, y el que no tenía nada de conectividad. A cada uno había que darle una respuesta diferente. Comencé haciendo videos en vivo, en mi canal de Youtube, y me di cuenta de que, aunque a mí me gustaba mucho, a los muchachos no. Si acaso llegaban 2, no tenían cómo conectarse. Me di cuenta de que por WhatsApp se podía, entonces les hacía clase por ahí y en mi canal publiqué varios videos de cómo hacer una clase por WhatsApp. Casi no dicté clase virtual, en simultáneo, sino asincrónico, de manera remota, y ellos respondían cuando podían conectarse. Les enviaba video y les mandaba un audio para explicar la actividad, si había dudas iba respondiendo por mensaje de texto. A los que no tenían nada de conectividad empezamos a dejarles las guías impresas en el colegio y ellos las recogían allá. Eso no ha cambiado, ellos resuelven en el cuaderno y cada mes lo devuelven. Fue la locura, recibía llamadas, trabajos por Whastapp, por correo, en papel, por todas partes. Tuve que enseñarme a ese trajín, a trabajar todo el día.  Se acabaron los horarios, no había sábados ni domingos. Era cuando ellos podían conectarse y en ese momento responder las dudas, cómo fuera. No podía perderlos -.

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Con la pandemia afloraron las dificultades con las que conviven miles de niñas y niños en Bogotá; de todos los estilos y dimensiones. - Los niños pequeños dependen de sus papás para conectarse y hay mucha gente que vive del día a día, entonces tienen que salir y no pueden acompañar a los niños. Otros, los más grandes, han tenido que salir a trabajar y se conectan cuando pueden, y algunos otros tuvieron que irse de la casa por las peleas -.

Fue difícil para todos. Un día Jhon salió a caminar por su barrio, el Bosque de San Carlos, y sintió una desolación terrible. - Parecía un barrio muerto, todo cerrado, en silencio y los bomberos con la sirena. Me sentí muy mal, me dio muy duro. La gente enferma, los niños pasando dificultades, el trabajo desbordado. En los momentos en que sintió que el mundo se le venía encima siempre pudo contar con alguien que le dio una mano. Un grupo de profesores me ayudó con la página, porque yo ya no podía más. Todos estuvieron dispuestos a ayudar, su familia, los estudiantes, el colegio, sus compañeros, todos. El rector autorizó prestar computadores a los profes que no tenían, a Jhon le prestaron cámaras y equipos audiovisuales; el que no tenía conexión a Internet, pagó de su bolsillo, pero no paró, nadie paró.

Ante la complejidad de la situación, Jhon decidió enfocarse en lo esencial. - Desde que haya salud y vida, lo demás vamos a reponerlo en el camino -, les dijo a los alumnos. - Hay que hablar de la flexibilización curricular, tocó volverse más simple. Estoy tratando de enseñar cosas prácticas para la vida, mire la televisión y escriba un texto narrativo, hágale una entrevista a su mamá, cosas así. Tocó con lo que había en la casa de los chicos, yo me apoyé en Canal Capital con ‘Aprende en casa’ y usé Red Académica que me ayudó mucho a mí, como profesor. Los de la Secretaría hicieron un trabajo impresionante, en cuestión de 8 días se acomodaron y lograron responder muy rápido. La situación nos fue llevando a pensar que la educación no se agota en una guía, a mí me llevó a preguntarme mucho por la pedagogía, hay una falencia en la reflexión pedagógica y esta es una oportunidad para pensar en eso.

Para el profe Jhon es urgente impulsar unas competencias nuevas que le enseñen a los estudiantes a aprender por sí mismos. - Los chicos puede que sepan utilizar una red social, pero no todos tienen la habilidad tecnológica para ser sujetos de aprendizaje, el chico que en presencial era participativo, activo y crítico, sigue siéndolo a la distancia. El que va a un ritmo más lento, resiente no estar con el profesor, hay que darle herramientas y entablar una relación directa con él y con su mundo; no se trata solo de que tenga computador y acceso a Internet. Este año están más preparados, ahora sí. Los estudiantes se conectan con la cuenta de correo del colegio y ya lograron hacer las clases por Teams, sincrónicas. No es igual que estar en el salón, pero por lo menos pueden compartir la misma vivencia, todos al tiempo, así empiezan a volver a tejer los hilos que los vinculan como grupo. Recuperaron los horarios y todos tienen más control de sus vidas y del tiempo. 

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Jhon aprende cada vez, en cada clase. El solo hecho de compartir el espacio de trabajo con su familia le ha enseñado muchas cosas sobre la convivencia. Tuvo que comprar otro computador y ubicarlo en la mitad del pasillo porque en las tardes su hija tiene clase en el de la sala. Si su esposa tiene que ir al otro lado del apartamento se arrastra para no salir en cámara.

Jhon se muere de la risa describiendo la escena y uno se la imagina a ella apoyada en los codos, como si estuviera haciendo algún tipo de ejercicio militar; eso es mucho amor.  - A mis hijas ya ni les preocupa, pasan de una y hasta saludan -, otra vez se ríe y la sonrisa le cierra los ojos y hace que se vean como dos punticos brillantes detrás de las gafas.

En la otra cara de esa situación, el profe también ha tenido que aprender a tratar con los papás de sus estudiantes, que ahora están presentes en las clases. - Uno pregunta, quién es el personaje principal y oye atrás al papá: ¡Caperucita!, entonces toca involucrarlo porque es importante que entienda que son los chicos los que tienen que responder -. Manejar el salón virtual es todo un reto, casi le da un infarto la primera vez que alguien quiso sabotear la clase y subió un audio con vulgaridades. Qué susto, y delante de todas las familias. Después entendió lo que pasaba y aprendió a controlarlo, pero qué susto.

Con la pandemia el profe Jhon reafirmó su convicción: la comunicación está en el centro del proceso educativo, por eso son tan importantes los encuentros cara a cara, por eso hay que hacerlo todo con tal de mantener el contacto directo con cada uno de los alumnos. No podemos perderlos, insiste. Jhon mira hacia arriba, como hablando para sí mismo, y le parece increíble lo que ha vivido en un año. Al final el saldo es positivo, la pandemia puso a los estudiantes, a los profesores, a las familias y a la vida misma en el centro de las reflexiones.

- Dentro de todo estamos bien y eso hay que decirlo, trabajar con el Distrito es una bendición. Uno oye las historias de otros y además de vivir todo esto tienen que lidiar con la inestabilidad laboral. Vivo orgulloso de ser profesor del Distrito, también soy crítico, pero es que esa es nuestra labor. Uno es la mano del Estado donde el Estado no puede llegar. Cuando uno asume como profesor del Distrito debe claro eso. Con una cara uno tiene que ser crítico con el gobierno y el Estado, pero en la otra cara uno es el Estado mismo, eso nunca se puede perder de vista-.

 

Tatiana Duplat Ayala

Marzo de 2021


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