Fecha de publicación: Lun, 12/12/2016 - 16:22

“FORMAR LECTORES ES EL DESAFÍO MÁS IMPORTANTE DE UNA CIUDAD EDUCADORA”

En esta entrevista Yolanda Reyes, escritora colombiana, pedagoga y especialista en literatura infantil y juvenil, reflexiona en torno a la importancia de la lectura en los primeros años para aprender a pensar, un proceso donde la literatura es indispensable.

Formar lectores es uno de los pilares esenciales de la educación. Así lo afirma la fundadora y directora del colectivo Espantapájaros, Yolanda Reyes, una especialista en el tema de la lectura desde la primera infancia y quien, por su experiencia y profundo conocimiento del tema, ha sido invitada a participar en distintos escenarios académicos nacionales e internacionales.

La autora de obras destacadas de la literatura infantil y juvenil como ‘Los agujeros negros’ (2000), ‘María de los Dinosaurios’ (1998) y ‘El terror de sexto B’ (1994), estuvo presente en el Foro Educativo Distrital 2016, evento de la Secretaría de Educación del Distrito en el que participaron expertos nacionales e internacionales para conocer y aportar a la apuesta de Bogotá en materia educativa.

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Su conferencia, denominada ‘Secretos que no sabemos que saben: la memoria emocional también se educa’, se centró en la importancia de nutrir la infancia de literatura como un proceso esencial, que no solo contribuye a la formación de buenos lectores sino también a la educación emocional de niñas y niños.

De esta manera, en ese proceso de búsqueda de sentido de la vida en los primeros años, donde en ocasiones también se hacen presentes el dolor y las pérdidas, la literatura, “que explica a los niños lo inexplicable”, se constituye en un refugio, un mundo liberador.

Secretaría de Educación: ¿Por qué es tan importante, en el marco de esta Ciudad Educadora del Gobierno ‘Bogotá Mejor para Todos’, promover la lectura y la escritura en las niñas, niños y jóvenes?

Yolanda Reyes: Formar lectores es el desafío más importante que tiene una Ciudad Educadora. Cuando las niñas y los niños leen aprenden a pensar, a conocer el punto de vista de otros y a entender distintas versiones de un mismo hecho. Pienso que uno de los pilares esenciales de la educación, desde inicial hasta postdoctorado, es tener herramientas sólidas de lectura y escritura.

Este Gobierno lanzó el Plan Distrital de Lectura y Escritura ‘Leer es Volar’, y una de sus estrategias es empezar esta formación desde la primera infancia, ¿por qué esto es importante?

Tenemos clarísimo que, entre durante los seis primeros años de la vida, el desarrollo cognitivo, neuronal y emocional son de una fertilidad e intensidad que no vuelve a ser nunca más. En esos años de adquisición y de acercamiento a los lenguajes, los niños a los que se les lee aprenden a descubrir que hay muchas formas de lenguaje y que hay una lengua que se usa para pensar, para organizar el mundo y para pensar el tiempo. Eso se lo enseña al niño un relato.

Es más, parece que en esta etapa es tan importante lo que sucede en términos de lenguaje, que, a los seis años, incluso desde los tres, ya hay una brecha instaurada entre los que han tenido posibilidades de ir más allá del lenguaje fáctico y los que no. La pobreza de lenguaje se refleja en pobreza de pensamiento y en pobreza de elementos para expresar la vida, para descifrarse.

Quiere decir que los padres tienen un compromiso enorme en el desarrollo de ese poder de la palabra que va a tener el niño en un futuro. Es decir, esto no empieza en el colegio.

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Esto no empieza en el colegio, sino en la cuna, con la canción que canta la mamá para que el bebé se duerma, con la manera como la mamá habla y juega con las palabras, y el papá, y la abuela. Esto empieza con los primeros libros que un bebé puede leer y explorar en la biblioteca, gateando.

Por supuesto, la escuela es importante y la educación inicial institucional también, pero los padres son los primeros. La nutrición lectora es tan importante como la nutrición biológica. Evelio Cabrejo decía: “los bebés necesitan leche, caricias y palabras”.

Hay una relación muy fuerte entre el desarrollo de la palabra y el desarrollo emocional del niño...

Es un asunto emocional, no solo cognitivo. Todos en el fondo somos una historia que alguien nos contó. Somos narrativa y eso nos distingue de todas las otras especies mamíferas. A nosotros nos arrullan con palabras, podemos nombrar lo que no está, llamar a los que no están, traerlos de regreso gracias a las palabras y dejar nuestras huellas en la escritura, en lo que inventamos para las siguientes generaciones. La palabra es la que preserva los pensamientos y las experiencias humanas, la que crea esa vinculación y ese desciframiento, y eso está desde el principio de la vida.

Entonces, ¿es indispensable la presencia de la literatura en los primeros años?

Los bebés necesitan literatura. Así como necesitan jugar, requieren que les cuenten cuentos. La literatura nutre nuestra psiquis, nos nutre poéticamente, nos muestra que las palabras cantan, que las palabras tienen poderes sobre los demás. Los niños tienen muy poca experiencia de la vida, todo sucede por primera vez. La literatura en la primera infancia es una fuente de seguridad, es la experiencia de los demás puesta en palabras y los niños necesitan leerse y aprender a descifrarse en la experiencia de los demás para saber quiénes son.

Por eso, desde la primera infancia, un niño que lee historias y al que le leen, tiene un lenguaje completamente distinto a quien solo usa la lengua con fines, digamos, instrumentales o fácticos.

¿Cómo se relacionan la lectura y la escritura?

Yo creo que la lectura y la escritura son el reverso y el anverso de una página, no las puedes separar. Cuando empiezas a nutrir a los niños con historias puedes ver la calidad del lenguaje de esos niños; incluso antes de que sepan escribir, ellos ya pueden contar una historia, sabiendo que el lenguaje escrito es distinto.

Cuando un niño dice: “te voy a contar esta historia”, “había una vez” o “en un país...”, él ya sabe que hablar y escribir son códigos distintos. No podemos hablar de escritura si no construimos el andamiaje de las palabras, el edificio de las palabras, y si no damos un gran acopio de experiencias a los pequeños.

¿Qué le permite al niño la expresión escrita?

Expresarse, contar las cosas que no sabía que sabía. Yo creo que escribir es indagar con las palabras en la mente, y muchas veces, cuando uno termina de escribir algo, se da cuenta de que eso que escribió no lo tenía tan claro. Poder indagar en nuestros contenidos psíquicos y ponerlos afuera y compartirlos, es una fuente de encuentro con los otros, pero también de desciframiento de uno mismo.

¿Cómo puede el maestro transmitir ese amor por la lectura, la escritura y la literatura?

Hay que dejar los libros cerca de los niños, pero también me parece que el maestro tiene que mirar un poco su infancia y su relación con la lectura. El maestro tiene que ser un lector, y no solo de los libros.

Conocer qué cosas hay buenas, qué libros pueden ser interesantes para sus alumnos; no un libro para todos, sino poner al alcance todas las posibilidades de libros y, para eso, es necesario leer. También tiene que leer a sus alumnos: quiénes son, qué sueñan, qué quieren, en qué están, porque eso va a garantizar muchas conexiones entre los libros y la vida de sus alumnos.

Por: Ana María Martínez Jiménez

 


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