Fecha de publicación: Lun, 05/10/2015 - 11:07

‘MATHROBOTICS’, CUANDO APRENDER MATEMÁTICAS ES UN JUEGO DE NIÑOS

Seguimos celebrando el récord mundial de robótica que obtuvieron estudiantes de Bogotá el pasado 1º de octubre. En esta historia, una profe reconocida por su innovación pedagógica encontró en los robots sus mejores cómplices para enseñar matemáticas e inglés. ¡A jugar!

Aprender jugando. Esa es la misión de ‘Mathrobotics’, el club que formó la maestra Johana Acosta, del colegio Distrital Cundinamarca de la localidad de Ciudad Bolívar, para impulsar el aprendizaje de las matemáticas y el inglés a través de la robótica y la tecnología.

Conceptos como diámetro, radio, perímetro, derivadas e integrales son el dolor de cabeza de la mayoría de los estudiantes alrededor del mundo cuando aprenden matemáticas. Pero no para los estudiantes de la profe Johana quienes no solo saben perfectamente qué es el radio y el perímetro, sino que saben cómo usarlos, para qué sirven y cómo se pueden aplicar en la vida cotidiana.

“Tuvimos que aprender de eso y mucho más para poder darle vida a los robots”, dicen con una gran sonrisa estos inquietos estudiantes que se le miden a hacer cálculos, a montar circuitos electrónicos y a poner a caminar a un robot.

David Hernández, un jovencito de apenas 13 años, se para con propiedad ante los estudiantes de décimo grado para presentar las conclusiones de su proyecto de la clase de matemáticas, ‘La matemática al ritmo de la tecnología’, una estrategia para hacer de la robótica y la tecnología herramientas para mejorar el aprendizaje de esta materia.

Paso a paso, David describe a los estudiantes mayores los procesos que tuvieron que emprender en la clase para lograr que el robot cumpla una misión específica: que el aparato, por sí mismo, describa una trayectoria de 40 centímetros dibujando en el piso un círculo. Les explica que para lograr que el autómata se mueva a su discreción y cumpla la misión con éxito, tuvieron que programarlo y calcular cuidadosamente todos y cada uno de sus movimientos.

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“Para eso tuvimos que utilizar las matemáticas. Por ejemplo, ¿alguno de ustedes sabe cómo calcular el radio de un círculo?”, pregunta David a los asistentes, que aunque ya deberían tener clara la respuesta porque es de las primera cosas que se aprende en trigonometría, ponen cara de interrogante. “Pues es muy fácil, medimos el diámetro del círculo, que es el largo de la línea que atraviesa el centro del círculo y lo toca en dos puntos, y lo dividimos por dos, así calculamos el radio”, dice el pequeño de séptimo arrancando miradas de admiración de los grandes.

Luego les explica con detalle cómo tuvieron que hacer ese y otros tantos cálculos, desde medir el diámetro de las ruedas del robot, hasta medir el coeficiente de rozamiento de las llantas de goma con el suelo, para lograr que el robot cumpliera con la misión. “Porque es que el robot no hace nada solo. El robot no anda si uno no lo programa, no hace nada”, dice David.

Acto seguido toma la máquina que él y sus compañeros construyeron, programaron y le dedicaron tiempo y esfuerzo, y la pone en el piso. Luego prende el interruptor y el robot sale disparado y se estrella contra uno de los cilindros. “Por eso les digo que hay que programarlo bien”, dice el joven estudiante provocando risas en el auditorio.

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Va hasta el computador, con ayuda de sus compañeros recompone los comandos y vuelve a situar el robot en la pista. Prende el interruptor y la máquina inicia su marcha. Con delicadeza, la máquina diminuta describe la fina trayectoria de un círculo de 40 centímetros, superando los obstáculos y termina la proeza con un elegante giro sobre su propio eje. Los chicos del proyecto celebran, se abrazan y el auditorio estalla en aplausos y sonrisas.

“Así tiene que ser el aprendizaje: emocionante, divertido, que nos plantee retos y que nos pongamos felices cuando podemos cumplirlos”, dice Johana Acosta, una docente de matemáticas consagrada que encontró la manera de juntar su afición por la robótica y la tecnología con su trabajo de aula para hacer que las niñas y los niños se ‘enamoren’ de las matemáticas.

Aprender jugando para que el estudiante se ‘enamore’ del conocimiento, ese es el sentir de la Jornada Completa de Bogotá, la política busca hacer de los estudiantes los protagonistas de sus procesos de aprendizaje, donde el deporte, la lúdicas y las tecnologías de la comunicación son aliados estratégicos para lograrlo.

Por eso, la robótica es uno de los centros de interés de profundización de los aprendizajes más exitosos que ofrece la Jornada Completa a los estudiantes del Distrito, donde ellos eligen lo que quieren aprender.

Aprender tiene que ser un placer

Los estudiantes e integrantes de ‘Mathrobotics’ son chicos entre 12 a 14 años, que dedican el tiempo de sus descansos y todas las horas que se necesite para trabajar en el club. Y son felices porque su maestra, en vez de sentarlos frente al tablero a escuchar interminables horas de cátedra, los haya puesto a “jugar” con robots y con aparatos de alta tecnología.

“Uno solo utiliza la tecnología, el internet, las redes sociales para cosas que no enseñan nada útil. El internet puede ser para cosas buenas, para aprender lo que uno no sabía y para investigar lo que a uno le interesa. Lo mismo con los robots, uno no se imagina todo lo que puede aprender con un robot”, dice Santiago Alfonso, otro de los estudiantes que se le midió al reto de construir un robot con sus propias manos para cumplir misiones y aprender jugando.

Juan Ortiz, de 12 años, es otro de los estudiantes que celebra la implementación de esta estrategia de aula para aprender matemáticas. “En robótica vemos todas las operaciones. Multiplicar, dividir, calcular el radio, los ángulos, sacar distancias. También aprendemos de informática y de programación para poner andar a los robots y practicamos el inglés porque los componentes del robot y muchas de las instrucciones siempre están en inglés”, afirma.

La magia del asunto, el secreto para lograr el milagro de que un adolescente se enamore de las matemáticas, radica en la simpleza de esta premisa: “Las matemáticas, como todas las materias del currículo, se deben aprender jugando”.

Así lo entiende la maestra Johana Acosta, quien afirma que uno de los factores de éxito de su proyecto es que con la robótica los niños pueden aprender más fácil conceptos complejos de las matemáticas porque tienen la oportunidad de ponerlos en práctica, de utilizarlos en algo concreto como es una máquina. Pueden cambiarlos de lugar, trastocarlos y manipularlos a su antojo. “No están sentados escuchando lo que yo digo y viendo al tablero, están jugando”.

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“Cuando un estudiante se sienta a trabajar con un robot utiliza todos los sentidos. Es una actividad en la que utilizan el tacto, la vista, el oído. La información le llega al cuerpo por todos los sentidos. Como están totalmente concentrados y les genera placer, eso hace que nunca se les olvide lo que aprenden. Esto es como montar en bicicleta. Aunque uno no haya practicado en muchos años, a uno nunca se le olvida cómo montarla. Así pasa con las matemáticas en la robótica”, comenta la docente.

Aunque para muchos la robótica y la informática son ciencias complicadas, cosas de las que solo conocen los ingenieros y a los especialistas, el método utilizado por la profesora Acosta logra convertir estos procesos (que integran matemáticas, cálculo, informática, electrónica, física, entre otros) en un ‘juego de niños’.

En la primera fase, los estudiantes especulan sobre los robots. Construyen su propia versión con material reciclado, plasmando las impresiones y las inquietudes que tienen sobre estas máquinas. En la segunda fase, entran en contacto con un robot real. Conocen sus componentes y se familiarizan con su funcionamiento. En la tercera fase, aprenden a programarlo para que cumpla tareas. Tres pasos: conocer, entender y utilizar. ¡Así de sencillo!

“Cuando los niños ya saben manejar los robots, les planteamos un problema, que evidentemente resulta divertido para ellos. Poner al robot a dibujar figuras geométricas en el suelo, programarlo para supere pistas de obstáculos, programar los censores para que vaya hasta cierto punto y se detenga. Esos problemas contextualizados ponen al chico a pensar. Inconscientemente eso desencadena en ellos procesos de pensamiento complejos. Adquieren un pensamiento mucho más organizado, trabajan en equipo, solucionan problemas. La experiencia es muy completa”, dice la profe Johana, quien lleva 3 años trabajando en este proyecto que le ha ganado diversos reconocimientos: como la participación en el Foro Feria Educativo Distrital 2015, entre otros.

Innovar en la enseñanza, salirse de la rutina

Las tecnologías de la información y de las comunicaciones han demostrado en experiencias alrededor del mundo que pueden convertirse en aliados estratégicos de la educación. Así lo entendió la maestra Acosta, quien gracias a su trabajo en esta área y a su ánimo incansable por innovar y mejorar sus procesos de enseñanza, se ganó una beca para formar parte del ICT Training for Colombian Teachers en Corea, del Ministerio de Educación Nacional.

Durante 15 días, esta maestra colombiana recorrió varias ciudades de este país asiático, uno de los pioneros en el mundo en desarrollo tecnológico, conociendo y aprendiendo de los últimos avances en tecnología y educación. “Fue una experiencia muy chévere, Corea es un país muy progresista, que concibe la tecnología como algo fundamental en el desarrollo de su sociedad. Tienen muchos aspectos positivos que podríamos implementar con éxito aquí en Colombia”, comenta.

‘Robótica para niños’ y ‘aprendizaje invertido’ (la profe hace videos pedagógicos con el tema que están viendo para que los niños los vean en sus casas antes de llegar a la clases, para que el espacio del salón se utilice para hacer preguntar y ampliar el conocimiento) son algunas de las propuestas innovadoras de profe que no se cansa de aprender, de conocer y de investigar, para que sus alumnos le pierdan el miedo a las matemáticas y aprendan mejor.

“Las Tics son herramientas que atraen a los niños, que les gusta mucho. Es algo que les interesa, que llama su atención y que los impulsa a atravesar por amplias áreas del conocimiento. Nosotros los maestros debemos comprender que el colegio no es solo la parte académica. Debemos buscar otras formas de que el estudiante vea otras opciones, otras posibilidades”, finaliza la profe Johana, la responsable de haber encantado a los estudiantes de su colegio, de haberlos hecho enamorar de las matemáticas, con la ayuda de un contingente de diminutos autómatas.

Por Nicolás Rodríguez

Fotos Julio Barrera


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