Fecha de publicación: Mié, 06/07/2016 - 15:35

UNA ORQUESTA ESCOLAR QUE CAMBIA VIDAS Y ROMPE PARADIGMAS

La música, ese lenguaje etéreo y sensible que congrega a las personas alrededor del ritmo y la alegría, fue la escogida por un grupo de estudiantes del colegio Marco Fidel Suárez de Tunjuelito para llevar un mensaje de tolerancia y reconciliación. Bogotá educa para la paz.

Las notas y los acordes musicales se convirtieron para los integrantes de la orquesta Mafisu (por las iniciales del colegio) en una forma de resistencia pacífica ante los problemas: en un manifiesto vivo contra la discriminación y la estigmatización.

“La muerte del compañero a finales del año pasado partió la historia del colegio en dos. Los meses que siguieron al incidente fueron muy difíciles porque en las redes sociales y en los medios de comunicación, los comentarios de la gente eran muy crueles y nos fueron estigmatizando y discriminando. Cualquier noticia en el país que tuviera que ver con droga se relacionaba inmediatamente con el colegio Marco Fidel Suárez. Por eso, desde la orquesta, mostramos que aquí hacemos muchísimas cosas buenas”, dice Melissa Bermúdez, estudiante de 11º e integrante de Mafisu.

Para Jairo González Pulido, el director de la agrupación y docente de música de la institución desde hace 21 años, “la orquesta es un espacio para aprender y para cultivar el talento en un ambiente relajado y colaborativo, diferente a una clase convencional. Es un espacio para construir lazos de afecto, para descubrir que el colegio está lleno de personas buenas con las que podemos trabajar en equipo para crear cosas maravillosas”.

Estudiantes de grados 9º a 11º integran este experimento musical y pedagógico que, bajo la batuta del profe Jairo, les ha permitido explorar sus capacidades y aprender algo significativo y novedoso. No tienen un género musical definido, la orquesta la apunta a la música protesta latinoamericana, la balada de los años 70 y cualquier canción que les llame la atención y les haga, como ellos mismos dicen, ‘erizar la piel’.

El profe Jairo, un aficionado de las educaciones alternativas y un diestro saxofonista, asegura que la música y las manifestaciones artísticas le proporcionan a niñas, niños y jóvenes mucho más que una destreza para interpretar un instrumento o dominar una técnica. Para él, estas actividades tienen la propiedad de conectar a los estudiantes con su lado más sensible y perceptivo y los convierte en personas más tolerantes y reflexivas que saben apreciar la belleza del atardecer, el ruido de la lluvia y la dulzura de los acordes de un instrumento.

La misión: descubrir talentos

A lo largo de más de 15 años de existencia, la orquesta Mafisu ha enfocado su labor a cultivar el talento de la niñez y la juventud de este colegio del sur de la ciudad.

Para Jairo, “descubrir el talento en el corazón de un joven es un acto maravilloso. Un arte como la música dota a los estudiantes de una visión, de un propósito, les da un lugar en el mundo y les da una misión para sus vidas. Uno no se imagina como le cambia el panorama a un joven cuando le dice que es bueno para algo”, destaca el maestro Jairo.

Para estudiantes como Melissa Bermúdez, la orquesta del colegio ha sido el escenario donde descubrió su sensibilidad, donde aprendió a controlar sus nervios y donde cultivó un talento que no sabía que tenía: el canto.

“Mis amigas fueron las que descubrieron mi talento. Yo no quería cantar porque era muy tímida, pero con ayuda del profe y de los compañeros de la orquesta he podido superar ese pánico – dice Melissa –. Gracias a la orquesta he mejorado mi expresión corporal y mi comunicación con los demás. Ahora ya no me da miedo pararme en una tarima, de hecho, me gusta y conjuro los nervios pensando en que tengo que cantar bien alto para que todos me escuchen”.

Para otros estudiantes como Michael Borda, que desde antes de entrar a la agrupación ya despuntaba un tímido talento por la interpretación de instrumentos, la orquesta del colegio ha sido una oportunidad para abrir su mente y ampliar su espectro musical.

“El acercamiento que hemos tenido a la música aquí en la orquesta ha sido muy espontáneo, muy instintivo. El profe nos dio la libertad de explorar los instrumentos y escoger con el que tuviéramos más facilidad y nos sintiéramos cómodos. Yo elegí el bajo y ya llevo dos años tocando. Ha sido muy chévere este proceso porque conocí la música latina y colombiana, la instrumental y otros géneros diferentes que le aportan mucho al proceso de aprendizaje”, comenta Michael.

Conociendo instrumentos, aprendiendo a interpretarlos de forma espontánea y exploratoria, los integrantes de la orquesta, poco a poco, aprendieron a gozarse la música y a convertirla en un vehículo de expresión de sus frustraciones y emociones. A punta de trabajo y ensayos convirtieron a la orquesta Mafisu en un espacio de encuentro, en un escenario para aprender a relacionarse positiva y creativamente con los demás compañeros.

La música cambia vidas y rompe paradigmas

La dedicación, el empeño, la persistencia, el trabajo en equipo y el compromiso son algunos de los valores que el profesor Jairo inculca en sus jóvenes estudiantes entre notas musicales y sesiones de ensayo.

Para él, que los estudiantes sepan leer un pentagrama e interpreten un instrumento con habilidad es importante, pero es más importante formar personas integrales y sensibles que sean capaces de trabajar mancomunadamente para lograr un objetivo común: crear música y con ella llevar alegría y esparcimiento a la comunidad.

“La música libera y es terapéutica para estos muchachos que están sometidos a tantas presiones sociales y académicas. En los procesos de aprendizaje no todo puede ser guías y evaluaciones para lograr una nota, es importante mostrarles a los estudiantes que está en ellos la capacidad de crear, de hacer algo hermoso que lleve alegría y sosiego a los demás”, reitera con pasión este docente quien logró hacer de la música una herramienta para aportar a la convivencia.

Experiencias como la de Johana Pineda, voz líder de la agrupación, demuestran que este proceso musical – pedagógico, además de ser una excelente opción para aprovechar el tiempo libre y acumular aprendizajes significativos, es una actividad que le brinda a los estudiantes la certeza de que en ellos hay cosas maravillosas que el mundo merece conocer, y que con su arte pueden contribuir a mejorar la sociedad y el colegio.

“Lo que más me gusta a mí en la vida es hacer sonreír a la gente, por eso en los escenarios me siento tan cómoda, porque tengo la oportunidad de interactuar con el público, de vincularlos, de que sientan alegría o tristeza, así como yo la siento cuando interpreto las canciones. Es increíble el poder que tiene la música para conectar a la gente con sus sentimientos”, comenta Johana, quien cierra los ojos y desnuda el alma cada vez que entona su canción favorita: ‘Todo Cambia’ de Mercedes Sosa.

El ritmo, la alegría y el sabor de la orquesta Mafisu la han convertido en un referente en su institución y en la localidad. No solo amenizan los grados, las primeras comuniones y cualquier fecha especial de su colegio, sino que han participado en diversos concursos y eventos locales y distritales.

“El trabajo que hemos hecho aquí en la orquesta ha servido para que la comunidad conozca que en el colegio se hacen cosas buenas y provechosas, y que no todo son cosas malas. Mostramos la otra cara de la moneda, la cara más amable”, dice Erika Nieto, baterista del grupo.

Tras unos estuches de instrumento, unos amplificadores y un par de micrófonos, se esconden los anhelos de reconocimiento y progreso de los estudiantes del colegio Marco Fidel Suárez. Con su ejemplo, han mostrado que la música puede ser una excusa maravillosa para construir país y ciudad desde las aulas escolares.

Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos.


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