Fecha de publicación: Vie, 08/07/2016 - 11:35

EL COLEGIO PÚBLICO DE BOGOTÁ QUE ES UN SANTUARIO DE AVES

Colombia es el primer país del mundo con mayor número de especies de aves. El colegio Francisco José de Caldas alberga diariamente a cerca de 600 plumíferos, convirtiéndolo en un santuario donde se educa una generación de guardianes de la vida.

Todas las mañanas, en el Instituto Técnico Industrial Francisco José de Caldas, pequeños cuerpos con plumas y picos puntiagudos revolotean por entre jardines, techos y ventanas. Sus suaves trinos reciben a los estudiantes de este colegio de la localidad de Engativá que convirtieron su institución educativa en un santuario para las aves que viven y visitan la ciudad de Bogotá.

Diariamente, más de 600 aves de diferentes especies, que tienen en la capital su hogar o son simples viajeros de paso, llegan en desbandada a la institución con las primeras luces del día para visitar a sus amigos y cuidadores: la profesora Nancy Tovar y los estudiantes de bachillerato.

‘Espiando las aves’, es el nombre de este proyecto de aula que lleva más de cinco años promoviendo la ética del cuidado por la naturaleza, tiempo en el que ha transformado la vida de 580 estudiantes de bachillerato – 240 actualmente –, quienes cambiaron las láminas de los libros de textos por binoculares y diarios de campo para ‘vivir la naturaleza’ en lugar de simplemente aprender de ella.

Desde las 5 de la mañana, los estudiantes y su maestra alistan los bebederos y comederos que ellos mismos construyen y adaptan para que colibríes, tinguas, mirlas, copetones, cucaracheros, chamones y torcazas, entre otros, cuenten con un espacio seguro, acogedor y reciban un alimento adecuado.

“Esta iniciativa, además de tener un componente ambiental donde se enseña a cuidar el medio ambiente, a proteger las especies nativas y a generar en las niñas y niños una responsabilidad sobre la naturaleza que nos circunda, también tiene un componente pedagógico muy fuerte”, dice Nancy, una profe de corazón verde.

Dos días por semana, los integrantes del grupo limpian los jardines de la institución, podan los arbustos, retiran la maleza y cambian el agua y el alimento; además de estudiar y analizar las especies que habitan su colegio con todo el rigor científico del asunto.

Armados con binoculares y bitácoras, estos jóvenes ‘ornitólogos’ estudian con detenimiento todas y cada una de las aves que llegan a su institución. Establecen sus horarios y hábitos migratorios, el tipo de alimento que consumen, los árboles que utilizan para alimentarse y resguardarse, su fisiología, funcionamiento y todo lo que puedan aprender de estas maravillosas especies.

Pero tal como lo ha experimentado esta comunidad educativa, es mucho lo que se puede aprender ‘mirando los pajaritos’, pues además de conocer la fisiología de las aves a la perfección, los estudiantes aprenden de botánica y de ecología, ejercicio que hace de este proyecto un aprendizaje en varios niveles, y una experiencia enriquecedora.

El colegio, un laboratorio vivo de aprendizaje

“Colombia es el primer país del mundo con mayor número de especies de aves, y ese es un dato que no podemos pasar por alto, al contrario, es un hecho del que nos debemos sentir orgullosos y por el que debemos hacer todo lo posible para cuidarlo y conservarlo”, comenta la profe Nancy, quien decidió enriquecer su trabajo académico y aprovechar la oportunidad que le brindaban las instalaciones del colegio para unir gustos y conocimiento.

Por su ubicación privilegiada, el colegio Francisco José de Caldas es constantemente visitado por las aves que viven en el Parque Metropolitano Simón Bolívar, los humedales cercanos y el Jardín Botánico, por lo que el estudio de las aves, las plantas y los animales silvestres se integra al currículo de esta instituciónde una forma muy experiencial y dinámica.

“Estamos justo en medio del circuito que recorren varias especies de aves. Entonces, el colegio funciona como un corredor de estos animales. Por eso hay tantas y es necesario que aprendamos de ellas y ayudemos en su cuidado y conservación”, complementa la docente.

Las nueve parcelas de zonas verdes y los 45 jardines con los que cuenta el colegio, lo convierten en un oasis en medio de la ciudad que los docentes han sabido aprovechar para hacer lo que mejor saben hacer: enseñar.

“El abutilón les gusta más a los colibríes, el pino romerón es el favorito de los cucaracheros de tanto estudiarlos ya los conocemos muy bien – dice con propiedad Paula Garzón, de 15 años e integrante del grupo –. También sabemos qué árboles les sirven de alimento, cómo tenerles el hábitat limpia y adecuada para que ellos se sientan bien y sigan viniendo. A mí me parece muy chévere esta actividad porque estamos haciendo algo para ayudar al planeta, contribuyendo para que sea un mejor lugar para las aves y para nosotros mismos”.

Por su parte, para Julián Castañeda, de 16 años, la experiencia de estudiar a las aves le ha dejado mucho más que un cúmulo de conocimientos. “Hemos aprendido a cuidar la naturaleza, a cuidar los jardines, a mantenerlos limpios y bonitos porque son el hogar de muchas aves que viven en Bogotá y que, por el ruido y la contaminación, se están acabando o yendo a otras partes”, asegura el estudiante.

Una educación más verde

“Con actos tan sencillos como los que hacemos aquí le estamos aportando al medioambiente. Este es nuestro granito de arena para cambiar las conciencias de las nuevas generaciones y para que cuidemos y respetemos la naturaleza. Antes de que empezara este proceso, los niños solían bajar las aves con caucheras, ahora se nota el respeto que tienen por ellas”, dice la profe Nancy, quien lleva 10 años en la institución sembrando semillas en los corazones de los estudiantes y esparciendo su conocimiento entre sus colegas.

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Ese cambio en la conciencia, esa transformación de estudiantes que contaminan a estudiantes que aportan se debe al trabajo de esta maestra y los otros cinco docentes de ciencias naturales de la institución que siempre están inventándose métodos y actividades para despertar en los estudiantes el amor por el planeta.

SD

Además de ‘Espiando las aves’, el colegio cuenta con un portafolio especializado de pedagogía sobre el medioambiente, que hace parte del Proyecto Pedagógico Ambiental – PRAE- entre los que destacan: la huerta escolar, jornadas de reciclaje, siembra de árboles y talleres de gobernanza del agua.

“Siempre me han gustado las aves porque el vuelo de las aves es libertad. Estar cerca de ellas y conocerlas mejor es un lujo que no todos nos podemos dar, por eso somos afortunados, y pienso seguir transmitiéndole este mensaje a mis estudiantes”, concluye esta profesora que junto a sus pupilos hicieron de su salón de clase un santuario para las aves, los animales, las plantas y todos los seres vivos que tengan la fortuna de pasar por este colegio público de Bogotá.

Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos.


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