Fecha de publicación: Lun, 29/08/2016 - 17:18

EN BOSA, UN COLEGIO TRANSFORMA LOS CONFLICTOS A TRAVÉS DEL ARTE

Con la consigna de ‘decirlo todo sin hablar’, estudiantes y maestros del colegio Francisco de Paula Santander convierten en performances las problemáticas sociales de la localidad y la escuela, como la violencia y el hostigamiento escolar.

Un maestro que grita fuerte frente a su estudiante. Una joven que deja caer un corazón de vaca ensangrentado y luego lo cose delicadamente como si fuera el suyo. Una estudiante que forra su abdomen en papel transparente con desesperación sucumbiendo a las presiones por su contextura física.

Cada una de estas escenas son expresiones artísticas que nacen de las vivencias de los protagonistas de la escuela. Performances creados por estudiantes y maestros para expresar sus sentimientos y conflictos en el colegio Francisco de Paula Santander. Allí nació el colectivo ‘Trinchera: Bosa, Artes, Saberes y Territorio’, cuya misión es ‘usar el arte para decirlo todo sin hablar’.

La Trinchera

SS

¿Qué diría usted de la escuela si lo pudiera decir libremente? Esa fue la pregunta incitadora con la que surgió este proyecto, liderado por los profesores Héctor Mora y Francisco Sanabria, en el que participan estudiantes de grados 10º y 11º de la jornada tarde.

Lágrimas, gritos y efusividad surgen en los performances como respuesta a este interrogante. Cada participante se convierte en director, creador y actor de su obra, que generalmente hace alusión a su cotidianidad y a aquello que genera conflictos en la escuela, como las relaciones de poder y las experiencias de los jóvenes: el desamor, el hostigamiento escolar o el embarazo adolescente.

“Se llama Trinchera porque, de alguna u otra manera, la escuela es un espacio de confrontación constante: entre los estudiantes, con ellos, con los padres e incluso entre los maestros. Este es un ejercicio de expresión y resistencia para transformar esas situaciones”, explica Héctor, diseñador gráfico de formación y docente de artes plásticas en este colegio de la localidad de Bosa.

Conscientes de muchas de las problemáticas que se experimentan en la escuela, estos maestros se propusieron transformarlas a través del performance, una forma de expresión que, en palabras de Héctor, “utiliza el cuerpo como soporte, provee una gran posibilidad de lectura y es un ejercicio de comunicación inmediato en el que siempre va a haber una reacción en los espectadores”.

En cada uno de estos ejercicios, la pregunta incitadora lleva a estudiantes y maestros a hablar sobre la escuela y, especialmente, sobre esos temas que no se hablan comúnmente. Se convierten en un motor que pone en marcha ideas que se trasladan a la acción en performances y que, desde la exposición del conflicto, promueven la sana convivencia.

Miradas críticas desde y hacia la escuela

DD

En el centro del salón, Érica Velandia está sentada en el pupitre, cabizbaja, escribiendo sobre su cuaderno. Las palabras ‘español’, ‘sociales’ y ‘economía’, entre otras, sobresalen sobre el papel cuadriculado. Tarea, tarea y más tarea, dicen las hojas que arranca repentinamente. Las rompe y empieza a tragar pedazo a pedazo. Las escupe. El público se estremece y ella se va.

Aunque es la primera vez que observan este performance, muchos de los estudiantes asistentes se sienten identificados. Saben lo que significa “hacer la tarea por hacerla”, sin que tenga un mayor impacto en ellos. Creen que la escuela a veces falla al no proponer una educación que en realidad le dé sentido a sus vidas, como dice el estudiante Juan Sebastián Tovar.

En eso coincide Érica, la protagonista de este performance. “Tengo un pensamiento particular: de nada nos sirve la escuela si se estudia mediocremente. Si los profesores nos dejan tareas solamente para sacar una nota, o nosotros las hacemos solo para obtenerla, nos estamos haciendo un gran daño”, dice la estudiante de 17 años.

Justamente, construir estos ejercicios de crítica es uno de los objetivos del proyecto, que busca formar la subjetividad política de los estudiantes y convertirlos en ciudadanos que participan activamente sobre su vida y no son simples espectadores.

AS

“Trabajamos desde las ciencias sociales y las artes para promover estos ejercicios, que son artísticos, ciudadanos y políticos”, explica el profesor Francisco.

Érica, por ejemplo, creó su performance sobre las tareas siguiendo el lema del proyecto: decirlo todo sin hablar. Piensa que el proceso creativo la ha impactado mucho, pues le permite reflexionar sobre el contexto, pero, además, hacerlo acerca de sí misma.

Preguntas como ‘¿quién soy?’ ‘¿qué hago acá?’ ‘¿para qué estoy en este colegio, en esta ciudad?” son planteadas durante los talleres de performance, con el objetivo de formar ciudadanos que se relacionan mejor con ellos mismos y su entorno. “El proyecto ‘Trincheras’ nos hace despertar”, asegura Érica.

Cada participante tiene una experiencia, una historia que contar. Para Kimberly Peña, estudiante de 16 años, el performance en el que alza un bebé de yeso surge directamente de su historia de vida. “Me sirve para desahogar eso que tengo adentro y para mostrarle a las personas sin tener que ponerlo en palabras”, concluye.

Arte para sanar la convivencia

Después del acto de Érica, las miradas que siguen a los protagonistas de los performances se mantienen expectantes. Ahora es el profe Héctor quien se toma el escenario. Sobre su vestido de paño, se coloca la clásica bata blanca de profesor y se arrodilla en un confesionario de terciopelo rojo. Dice con su voz fuerte:

“Yo, profesor, me confieso, porque he pecado mucho.

De pensamiento: porque subestimo a mis estudiantes, porque creo que no son capaces y que nunca lograrán nada en sus vidas.

De palabra: porque los juzgo, porque soy capaz de decir cosas como ‘aprendan o no aprendan, igual a mí me pagan’.

De obra: porque utilizo la calificación como un ejercicio de control.

De omisión: porque aplico la ley del mínimo esfuerzo, porque si creo que puedo hacer algo más yo mismo me estoy clavando el puñal con más trabajo”.

Así como hablan sus estudiantes, él también lo hace, en un espacio lúdico y pedagógico de escucha mutua. Esa es su confesión, el arte con el que busca sanar los conflictos que experimentan algunos maestros desempeñándose en su profesión.

E

“Es un ejercicio sincero de exponer públicamente un currículo oculto que desafortunadamente a veces circula en los colegios, entre nosotros los maestros”, dice Héctor, quien sueña con que la escuela tenga una cátedra de corporeidad para que no solo enseñe contenidos académicos, sino que permita formar y expresar la subjetividad de cada uno de los estudiantes.

Sus palabras impactan a cualquiera que lo escucha, aunque cada quien puede sacar sus propias conclusiones. Ese es el objetivo del performance y, como explica su colega de ciencias sociales, Francisco, esto “no es una actuación. Se parte de quién se es para poder expresar cada conflicto”.

Esta experiencia, que lidera los Encuentros de Performance Escolar, también ha participado en espacios académicos, en donde se destaca como un semillero de investigación y de prácticas artísticas contemporáneas.

Exponiendo las problemáticas y ‘saliendo de la Trinchera’ a través del arte, el performance se convierte en la mejor herramienta para hablar de los problemas en la localidad y en la escuela. Una experiencia con la que un colegio de Bosa le apuesta a sanar la convivencia, a formar mejores seres humanos y ciudadanos y se une a la meta de Bogotá de educar para la reconciliación, el reencuentro y la paz.

W

Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos.

Por Diana Corzo

Fotos Julio Barrera


¿Le fue útil este contenido?