Fecha de publicación: Mié, 28/12/2016 - 15:27

“EL RETO DE LOS MAESTROS Y LAS FAMILIAS ES QUE LOS NIÑOS LEAN POR PLACER”: EXPERTA BRASILERA

Ana Lúcia Gazzola, ex Secretaria de Educación de Minas Gerais y ex directora del Instituto Internacional de Educación Superior para América Latina y el Caribe (IESALC), habla sobre la importancia de la oralidad y el papel del docente, la familia y el bibliotecario para cultivar el hábito de la lectura en niñas y niños y los retos de Bogotá para consolidar su Plan de Lectura y Escritura ‘Leer es Volar’.

Contadores de historias. Narradores, cantores, lectores en voz alta. Los maestros y las familias pueden, de muchas maneras, enamorar a las niñas y niños de las letras, las páginas y los personajes. Así lo describe Ana Lúcia Gazzolla, licenciada en Letras de la Universidad Federal de Minas Gerais, Ph. D. en Literatura Comparada de la Universidad de Carolina del Norte y post-doctorado de la Universidad de Duke.

Durante el 2016, Gazzola sumó su experiencia a la construcción del Plan Distrital de Lectura y Escritura ‘Leer es Volar’. Un esfuerzo conjunto las secretarías de Educación y Cultura, Recreación y Deporte, con el que el gobierno ‘Bogotá Mejor para Todos’ se propone promover la lectoescritura como base del aprendizaje, así como disminuir la tasa de analfabetismo en la capital de 2,0 a 1,6 y elevar el índice de libros leídos por habitante de 2,7 a 3,2.

La experta atribuye su amor por la lectura a una actividad familiar que denomina ‘Las mil y una noches’, pues se trataba de la narración de historias que les hacía su padre a ella y a su hermana cuando eran pequeñas, antes de dormirse, y que nunca terminaban. Con ella conversamos sobre el reto de enamorar a niñas y niños de la lectura, el rol de los docentes y las familias y las experiencias positivas que Brasil puede aportar a Bogotá en la construcción de su plan de lectura. 

Usted sostiene que el punto de partida para incentivar la lectura y la escritura es la oralidad. ¿Cuáles cree son las estrategias que se deben implementar para lograr que esto suceda en los colegios, principalmente con los estudiantes más pequeños?

Los niños antes de leer y escribir, escuchan, y aparte de eso, la oralidad es el punto de partida de todas las culturas de la humanidad. Nuestros antepasados se sentaban alrededor de un fuego en las aldeas y contaban historias, así se transmitía la cultura, las memorias de los adultos, las historias de aquella sociedad, sus leyendas, visiones, sueños, todo eso pasaba de manera oral, la escrita viene después. 

Esa tendencia humana debe ser bien aprovechada por la escuela, no solo en preescolar, sino en la primaria, la secundaria y posterior, porque nos gusta conversar sobre aquello que leemos. Aun cuando hayamos aprendido a leer y escribir, es fundamental compartir la interpretación. 

La lectura es un territorio de un sujeto que tiene que ser activo e interactivo, no es una actividad individual aislada, porque si yo leo y no comparto lo que leo, sólo conozco mi propia opinión. Pero si yo leo y hablo sobre lo que he leído y escucho la opinión de los otros, hay un compartir que crea interpretaciones múltiples y mucho más ricas. 

El maestro tiene que leer cuentos y poemas a los niños; y es muy importante que las escuelas traigan contadores de historias, y todo eso va creando en los niños esa cultura de escuchar y disfrutar de los cuentos, que después se va a convertir en el placer de leer.

¿Qué papel juega el docente y la familia en el proceso de crear hábitos de lectura en niños y jóvenes?

El docente es el modelo de lectura, si el docente tiene pasión por la lectura, él o ella va a poder transmitirla a niñas y niños e inspirarlos. Que el profesor lea con los estudiantes o tome una historia y haga que cada uno lea una página, y que participe de ese proceso, es una actividad muy interesante, porque les pasa el sentido colectivo de la experiencia, una pasión compartida. 

Pero, aunque el colegio sea el espacio en que eso tiene que ocurrir, no puede ser el único; que los papás y mamás lean, que discutan con los niños, que les pidan que lean algo, es fundamental. 

Yo soy profesora de literatura y mi amor por los libros nació con esa actividad de familia. La lectura es buena porque da el punto de convergencia para que la familia pase ese tiempo junta y cree un hábito que puede ser una pequeña tertulia y se dé ese acto de convivir, de hablar, de discutir y de dar opinión. También es importante que donde no hay bibliotecas se creen los rincones de lectura, y que el niño pueda llevar el libro a casa y ojalá pedir que toda la familia lo lea, y luego devolverlo para que otros tengan esa misma oportunidad.

¿Considera usted que aumentar el índice de lectura permite el desarrollo de competencias en los estudiantes y así también mejorar los resultados de las pruebas nacionales e internacionales?

Sin ninguna duda. Cuanto más lea un niño, niña o joven, más competencias interpretativas y críticas adquirirá; y tendrá más capacidades para aprender otros contenidos. Pero la lectura no tiene que hacerse únicamente con los libros; una actividad muy interesante es que los maestros les pueden pedir a los niños, por ejemplo, que cuando vengan para la escuela lean todo lo que encuentren por su camino, porque la vida social está llena de textos, entonces el profesor tiene que saber apropiarse de esas herramientas para hacer entender a los niños que pueden leer e interpretar todos los días de su vida en todos los espacios en que circulan. Todos esos textos que están en la vida pueden servir como instrumentos para que el niño ejercite su capacidad de leer.

¿Cómo lograr que se incentive la lectura con sentido?

Eso es muy importante, porque la lectura no puede ser una obligación desagradable. El profesor debe saber pedirles a los niños que lean, motivándolos a través de diferentes estrategias para que se sientan empoderados y puedan expresar su opinión acerca de si les gustó o no el libro, con argumentos, compartiendo con sus compañeros, aprendiendo a escuchar a los otros. Una buena estrategia es la que nos compartió un profesor del proyecto Oralidad Lectura y Escritura OLE, que consiste en hacer el rincón de lectura, el placer de leer, el placer de escribir, la fuerza de las palabras, actividades interactivas con las palabras, con lo cual empieza a crear ese gusto en los niños.   

Bogotá avanza en la construcción de su Plan de Lectura y Escritura, ¿cuál considera usted debe ser la columna vertebral del mismo?

Creo que algo fundamental es la apuesta por mejorar las competencias de las niñas y niños de 8 años que están en la escuela y todavía no saben leer ni escribir bien; y leer y escribir bien implica comprender lo que se ha leído, ese tiene que ser el eje fundamental, porque el que no sabe leer bien nunca va a leer con placer, y el que no lee y escribe bien no va aprender nada más, porque la lectura y la escritura son los instrumentos de acceso a los otros conocimientos. 

Ese tiene que ser un eje, que es responsabilidad principal de la Secretaría de Educación y los colegios, pero no hay que limitarse a hacer eso: hay que crear el público del placer de la lectura, en donde entra todo el trabajo con los bibliotecarios, con los mediadores de lectura, las bibliotecas escolares, públicas y comunitarias, los otros espacios sociales en que el libro, el texto puede circular para que la gente tenga acceso y pueda apropiarse de eso. 

Ese otro eje es la articulación entre las Secretarías de Educación y de Cultura, y la invitación que hizo el gobierno de Bogotá a todos los actores de la sociedad: editoriales, colegios, empresarios, ONGs, muchos frentes y personas que pueden trabajar en conjunto para realmente hacer de Bogotá una ciudad educadora.

¿Cómo lograr el éxito de la implementación de la política de lectura y escritura de la ciudad y garantizar su sostenibilidad?

Creo que es justamente involucrar a la gente en la política. La gente tiene que empoderarse de la política. El papel de la administración pública es hacer la planeación y garantizar los instrumentos, pero es clave que los actores sociales se involucren, y se van a involucrar solo si el gobierno los invita como lo está haciendo. En el momento en que los diferentes actores sociales se sienten coautores de la política se garantiza su sostenibilidad en el tiempo.

VV

Gracias al avance de la tecnología actualmente existen múltiples formatos de lectura diferentes del libro impreso, se habla de lectura multimodal, ¿cómo cambiar el paradigma de medición de la lectura?

El paradigma ya ha cambiado, lo que sucede es que se sigue hablando del número de libros leídos, porque es muy fácil contar, pero ese indicador solo es bueno si describe si se ha creado y consolidado el hábito de leer. No obstante, hay que valorar también otros tipos de texto que están en el mundo en diferentes formas y formatos físicos y digitales. El mismo cambio cultural va a promover el cambio de indicadores. Todavía medimos por libros, pero en algún momento vamos a empezar a medir por capacidad interpretativa.

Para usted, ¿cómo debe ser la biblioteca escolar ideal? 

Debe ser bonita, agradable, un ambiente en el que uno quiera estar, con un equilibrio muy delicado de interacción y acto individual, inspirador, motivador, propicio a la lectura. El salón de clase tiene que ser también un ambiente acogedor para la lectura y la escritura, lo cual requiere mucha creatividad por parte del docente, especialmente de aquellos que trabajan con los niños más pequeños. Las bibliotecas de hoy deben contar con todos los recursos tecnológicos, porque cada vez más vamos a leer en tabletas, iPhone, en computadores, y los niños se tienen que ejercitar en esas otras formas textuales que son tan importantes como el libro impreso.

En ese modelo de biblioteca que usted describe, ¿cuál es el rol del bibliotecario?

El bibliotecario es un mediador de lectura fundamental, tiene que ser, junto al maestro de la clase, el coautor de la consolidación de la capacidad de la lectura y la escritura. El profesor siempre tiene que llevar los niños a las bibliotecas, y el bibliotecario debe ser esa persona que medie la interacción entre el niño y los textos, que busca entender qué le gusta e indicar lo que debe leer, motivarlo, apoyarlo e inspirarlo. La biblioteca es un lugar fundamental en la escuela, pero toda la escuela tiene que ser una biblioteca en el sentido en que tiene que ser un ambiente acogedor y propicio para el aprendizaje.   

¿Cuál es esa experiencia enriquecedora de lectoescritura de Brasil que puede contribuir o nutrir el Plan de Lectura y Escritura de Bogotá?

A nivel Federal, en Brasil en los últimos 30 años se creó un plan del libro pedagógico, que consiste en distribuir los textos para las diferentes asignaturas a todos los colegios. Hay un catálogo con los libros acreditados y la escuela elige los que quiere. En Minas Gerais, el estado de donde yo vengo, eso se hizo antes que existiera el Plan Federal, no solo para primaria y secundaria, sino que también fuimos los primeros en hacer la distribución de textos para la media. 

El Plan Nacional del Libro Texto es muy importante porque muchos papás no los pueden comprar. Los libros texto tienen que ser interesantes para que además sean utilizados por los niños como instrumentos de lectura. Lo otro importante es la creación de programas pedagógicos de seguimiento en los colegios y de monitoreo de las clases para verificar si los niños están desarrollando las competencias básicas en lectura y escritura y después en las otras asignaturas, porque todos los exámenes o pruebas que se han dado en los últimos años o décadas para niños de 8 años en los países de Latinoamérica muestran que no saben leer y escribir bien. 

Ese es un reto monumental que tenemos que enfrentar y superar: no basta hablar de cultura, si los niños no saben leer y escribir no van a poder aprender cosa alguna. Y lo otro, es hacer esa articulación multisectorial que pueda llevar realmente a transformar las ciudades en espacios educadores y propiciar el contacto de los niños con los libros, con gente capacitada, mediadores de lectura, contadores de historias, memorias de familia, gente que trabaja con la oralidad para que incentive a los niños y les dé placer.


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