Fecha de publicación: Jue, 29/12/2016 - 16:25

LOS DEFENSORES DE LA NATURALEZA DE CIUDAD BOLÍVAR

Desde hace 12 años, estudiantes y egresados del colegio Rodrigo Lara Bonilla luchan por la protección de especies en riesgo y de ríos y montañas de la localidad, haciendo un trabajo de concientización y reflexión con la comunidad. Son guardianes y protectores de la vida en el sur de la ciudad.

La rana sabanera o rana andina (Hyla Labialis) es una de las especies más amenazadas del ecosistema bogotano. Aunque es un ser frágil y diminuto que no le hace daño a nadie, tiene enemigos poderosos que amenazan su existencia: el calentamiento global, la contaminación de ríos y afluentes y, el más peligroso de todos, la indiferencia de los habitantes de Ciudad Bolívar.

J

La misma situación la padecen los cerros surorientales de la ciudad, que por cuenta de la deforestación y la minería ilegal desde hace rato empezaron a perder su verde, los ríos y quebradas de la zona cuyas aguas se contaminaron y se secaron por los vertimientos de la industria y la contaminación de la comunidad.

Ellos son los más ‘débiles’ de la localidad, los que luchan en silencio por sobrevivir en medio de la locomotora del progreso, de la selva de cemento que arrasa a su paso con el verde y con la vida. Afortunadamente no están solos, pues tienen en un grupo de estudiantes del colegio Rodrigo Lara Bonilla a sus guardianes y protectores. Ellos son los defensores del verde, de los animales y de la naturaleza en la localidad.

El Movimiento Ambiental ‘Oninguisa Ngai’ (MAON) es un colectivo de estudiantes y miembros de la comunidad que decidieron ‘echarle una mano’ al planeta y luchar contra la grave problemática ambiental que los afecta. La vida en todas sus manifestaciones, desde la más mínima expresión, es la causa del grupo MAON.

El grupo lo componen 80 estudiantes y varios exalumnos de la institución, que se dejaron contagiar por el entusiasmo y la energía que el profesor Maximiliano Alzate, líder de la iniciativa y guía de estas mentes jóvenes, le imprime a su labor de defensa por la naturaleza.

En el mini museo que tienen habilitado en la institución tienen varios ‘residentes’ que rescataron del peligro, como la araña pollera que llegó en un racimo de plátanos y que los celadores querían matar o la hermosa tortuga carey que tienen en ‘consignación’ mientras le encuentran un hábitat adecuado.

Por allí pasaron también un pájaro copetón que cayó al piso cuando una mirla destruyó su nido y decenas de huevos que cayeron de los árboles que, de no ser por MAON, hubieran perecido a su suerte.

Pasar del discurso a las acciones concretas

‘Oninguisa Ngai’ es un antiguo vocablo africano que se traduce al español como ‘ayúdame’, y justamente ese grito de ‘ayuda’ que surgió desde las entrañas de la tierra fue escuchado por este grupo de estudiantes que dedica todos sus esfuerzos a defender las plantas, los animales, los bichos que reptan por el suelo y los microorganismos que son imperceptibles al ojo humano pero que guardan el secreto de la vida.

El objetivo de MAON es pasar del discurso y la teoría a las acciones concretas y puntuales en beneficio del medioambiente.

AS

“La idea es que estos jóvenes se conviertan en agentes de cambio para su localidad. En estos 12 años de existencia, el grupo ha realizado aportes importantes al ecosistema. Este año recuperamos la quebrada Lima y la quebrada el Infiernito, sembramos 4600 árboles para reforestar 4.6 kilómetros en la ribera del río Tunjuelo y liberamos 2000 renacuajos de la rana sabanera en una laguna para garantizar la existencia de la especie que está en vía de extinción”, explica el profe Maximiliano.

N

Ya son varias generaciones de estudiantes, que suman cerca de mil personas según los cálculos del maestro, que atendieron el llamado de la naturaleza y se convirtieron en protectores de la vida en la localidad.

Además de lo mencionado por el profesor, el grupo también se dedica a sensibilizar a la comunidad sobre la necesidad de cuidar nuestro entorno, realizan caminatas ecológicas y campañas de resignificación del territorio, talleres y conferencias sobre la importancia de cuidar el agua y tienen varios proyectos, entre ellos la huerta escolar, para promover la soberanía alimentaria entre los habitantes.

Luis Urrego es uno de estos jóvenes. Aunque se graduó en 2007, sigue vinculado a la institución y al grupo MAON. Para él, todas aquellas acciones que se realicen en defensa del ecosistema, por más pequeñas que sean, van a empezar a remover la conciencia de comunidades y gobiernos para que los humanos “nos volvamos más amigables con el planeta”.

“El cambio climático es una realidad. Los humanos lo hemos intensificado y estamos sintiendo las consecuencias. Por eso es necesario que cada uno ayude a combatirlo. Por ejemplo, en mi barrio tengo un proyecto para el manejo adecuado de los residuos sólidos. Si todos ayudamos habrá un cambio importante a largo plazo”, dice Luis, estudiante de licenciatura en Ciencias Ambientales que hizo de su vocación un proyecto de vida y todos los días trabaja para hacer del mundo un lugar mejor.

Salvar el mundo, otra forma de aprender

Para estos defensores de la vida y la naturaleza, el conocimiento no está reservado a los libros y a las lecciones de los maestros. Los renacuajos que rescataron en el río, los árboles que sembraron en la escampada y las montañas que defendieron de la deforestación, les han brindado los mayores aprendizajes y las más significativas lecciones para sus vidas.

“Las ranas sabaneras son una de las especies más amenazadas por el cambio climático. El aumento en la temperatura afecta el desarrollo de los renacuajos, les salen hematomas y malformaciones y la población ha disminuido. Ellas tienen una labor muy importante de control biológico; se alimentan de insectos, pero como cada vez hay menos, ahora hay una epidemia de estos”, dice Michael Tapiero, quien habla con propiedad sobre temas tan complejos como el cambio climático y su afectación sobre las especies nativas, la gobernanza del agua y la soberanía alimentaria.

“Este es un espacio de aprendizaje activo, porque lo que se aprende no viene de fotos de libros ni de videos de internet. Son experiencias que ellos mismos viven. Sumar, restar, multiplicar y dividir no son la panacea. El mundo lo que necesita es gente consciente, que ayude con propuestas y soluciones. Hemos ganado mucho, nos hemos apropiado de los territorios. Significa que vamos por buen camino”, dice el profe ‘Max’.

DD

Los ecosistemas, los animales, las plantas, la vida en todas sus manifestaciones, son los objetos de estudio de este grupo de estudiantes que, al mismo tiempo que aprende biología, ecología y ciencias naturales, promueve una nueva conciencia medioambiental en sus comunidades. Cada uno de ellos se convierte en un difusor de una nueva postura de la humanidad hacia la naturaleza, más armónica y amigable.

“Es un trabajo muy afectuoso por el territorio. Con nuestras acciones vamos resignificándolo y, en este momento que atraviesa el país, es importante que nos preocupemos por lo que pasa a nuestro alrededor, porque la paz también pasa por una reconciliación con el entorno. Debemos tomar conciencia y garantizar los recursos para las generaciones futuras. El legado de una persona es la huella que deje en el planeta”, dice Iván González, de 13 años, un joven que sueña con una Colombia más verde y agrícola, menos ganadera y minera.

El conocimiento, la ciencia, el sentido de pertenencia hacia lo público y el amor por el planeta y por sus habitantes, son las banderas del grupo MAON y de sus integrantes, los defensores de la vida de Ciudad Bolívar, que en este colegio público de Bogotá se están formando como ciudadanos más empáticos, respetuosos por la vida y capaces de convivir en armonía con su entorno.

Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos.

Por Nicolás Rodríguez

Fotos Juan Pablo Duarte

 


¿Le fue útil este contenido?